A
principios del siglo XX, Puente Alto no era mucho más que fundos y chacras, un
remanso para los ganaderos chilenos y argentinos que cruzaban la cordillera
camino a Santiago buscando hacer negocios. La zona por ese entonces era
conocida como el “Pueblo de las Arañas”, según dicen las historias, por la
proliferación de éstas, en las casas de adobe y paja existentes.
La
detención obligada de arrieros gauchos y criollos le dio gran importancia
comercial a la zona y rápidamente este valle ubicado a los pies del río Maipo
atrajo importantes figuras de la vida política, económica, e industrial del
país, quienes se trasladaron a estos lugares para explotar laboriosamente sus tierras,
realizar trabajos de canalización y desarrollar el cultivo de viñas y otras
actividades. Junto con el interés económico llegaría el progreso y el
surgimiento de una nueva actividad económica.
Plaza de Puente Alto 1920.
Fueron
los ingenieros Germán Ebbinghaus y Luis Matte Larraín los que darían vida en
estos territorios a una de las industrias más innovadoras y prolíficas de la
época, la idea original de Luis Matte
era fundar una fábrica de azúcar usando como materia prima la
betarraga, proceso que en ese tiempo no se utilizaba en Chile y que sólo 50
años después puso en práctica la IANSA, pero fue el español Juan Guillen,
conocido como el “Maestro Palomo”, un mecánico contratado en la hacienda de los
Matte quien convenció a don Luis de la
rentabilidad de producir papel, pues se trataba de un producto que se generaba
escasamente en Chile y por el cual había una alta demanda. Por su parte el
alemán Ebbinghaus ya tenía experiencia en la industria, en 1900 había levantado
la mítica fábrica Victoria muy cerca de donde se construiría la papelera y
junto a Haersel y Cía en 1908 fundó la Fábrica Esperanza destinada a la producción
de cartón y papel de envolver.
En
1920 surge la Industria Papelera de Puente Alto y con ella el emplazamiento y
la construcción de la Población Papelera,
destinada a la habitación de los trabajadores que
laboraban en la Fábrica.
La Población Papelera constituyó
un ejemplo en lo que se refiere a viviendas sociales, las habitaciones
destinadas al obrero eran de material sólido, tejas y fachada
continua de piedra y hormigón, todavía se conservan muchas de estas bellas construcciones con su
arquitectura original, el primer tramo ubicado entre la calle los Pinares hasta
la calle Marcos Pérez y el segundo tramo desde Av. Circunvalación hasta la
costanera Ignacio Carrera Pinto. Pocos Años más tarde la papelera crecería en
extensión. Las cómodas viviendas ubicadas entre las calles Aguirre Luco y
Germán Ebbinghaus estarían destinadas a los técnicos y profesionales de mayor
rango, y hacia el oriente se continuaría con la construcción de la población Lo
Bascuñán, en uno de los tantos terrenos que la familia Bascuñán tenía en la zona del Maipo.
Es precisamente durante los trabajos de nivelación y excavación de estos terrenos comprados por la Fábrica Papelera donde se extrae una gran cantidad de objetos y osamentas pertenecientes a culturas prehispánicas, cuyo destino es incierto hasta el día de hoy, siendo una de las posibilidades la rápida venta a comerciantes y arrieros del lugar quienes hacían del tráfico de objetos y la búsqueda de tesoros una de sus actividad usuales en la zona central. Cabe recordar que uno de los descubrimientos arqueológicos precolombinos más significativos de la Región Metropolitana, nos referimos a la momia de El Niño del Cerro El Plomo, en 1954, estuvo a cargo de Luis Gerardo Ríos Barrueto, su sobrino Jaime Ríos Abarca y Guillermo Chacón Carrasco, todos arrieros quienes iniciaron una excursión al cerro desde Puente Alto, con el fin de examinar unas estructuras de piedra a 5.400 metros de altura en las que hallaron los restos muy bien preservados de un niño inca, pieza que con posterioridad fue bajada al sector de Puente Alto para ser vendidos por 45 mil pesos de la época al director del Museo Nacional de Historia Natural, Humberto Fuenzalida.
Geográficamente la Población Papelera está
ubicada en lo que habría sido con seguridad un asentamiento indígena. Siendo
una de las pocas áreas del valle que presenta irrigación natural. Hay que recordar que el agua en el
valle de Santiago siempre fue un problema crítico y que obligaba a la población
indígena a habitar solamente aquellos lugares cercanos a una fuente hídrica.
Además se encuentra a los pies de un cerro isla, que hoy conocemos por el
nombre de cerro “La Ballena”, pero cuyo nombre indígena ignoramos. Los cerros
isla son cerros sagrados para la cultura mapuches hasta el día de hoy y en cada
lugar donde existió ocupación mapuche, existía también un cerro cercano. De
esta forma se cumplía con el espacio sagrado mapuche que lo constituía el Río
representante de la serpiente de agua Cai-cai y el cerro isla que representaba
a la serpiente de tierra Ten-Ten. Cuando el Río aumentaba su caudal y se
desbordaba amenazando los asentamientos cercanos, la población se resguardaba
en las alturas del cerro isla, el mito de la lucha de las dos serpientes, y la
salvación del hombre se mantenía vivo en la forma de una hierofanía, Así pues, el
mapuche como ser religioso necesita sentirse en un mundo real, pero al mismo
tiempo sacralizando su entorno, lo que el filósofo Mircea Eliade explicaría
como vivir en lo "real", lo sagrado.
Otro
hito sagrado del sector lo encontramos entre el cerro y el río, en lo que
antiguamente se conocía como “bajos del río”, un extenso sector de quebrada y
denso bosque esclerófilo en la rivera del río Maipo donde terminaba la población
papelera y desde donde se puede divisar al otro lado del río el sector de San
Juan de Pirque. Hoy la zona se encuentra
destruida por completo por la construcción del Parque Industrial Riveras del
Maipo, pero todavía se puede apreciar inamovible una “piedra sagrada” o “retrikura”,
una roca de unos 20 de metros de diámetro, arrastrada quizás por alguna crecida
del río en una época de la que no se tiene registro. Para quienes vivimos por
esos sectores así como nuestros padres y abuelos, siempre existió la curiosidad
de saber cómo había llegado dicha formación rocosa a ese lugar elucubrando una
serie de teorías algunas lógicas y otras más fantásticas. Probablemente los antiguos habitantes de la zona se hicieron las mismas preguntas Las
piedras de estas características eran frecuentemente ocupadas como un lugar de
rogativas probablemente de los viajeros que subían hacia la cordillera por uno
de los pocos pasos accesibles en temporada estival, siguiendo el curso río
arriba hasta el actual territorio argentino, o como vía de acceso a lugares
sagrados más conocidos como el cerro el Plomo,
el Marmolejo o el Volcán San José. Lugares cuyo acceso más simple es por el paso obligatorio que otorga el sector, desde donde se proyecta el río hacia el sector de las Vizcachas, El Canelo, El Manzano y Las Verientes, todos lugares de la parte baja de la cuenca cordillerana que registran varios reportes de cementerios cuyos ajuares contienen alfarería inka y además de los registros de la presencia directa inka en la cordillera del río Maipo, existiendo hasta ahora evidencias documentadas en el santuario del cerro Peladeros (Cabeza y tudela 1997; Ibacache 2006) y un camino y asentamiento de Laguna del Indio ambos en la parte media de la cuenca cordillerana.





Soy residente de Casas viejas, me pregunto porque la provincia de la cordillera, la municipalidad de Puente Alto con ayuda de planes gubernamentales, no pone en marcha un plan de recuperaciòn de este trazado llamado el paso obligado en tre las dos naciones. Porque no se incentiva en plazas y muros de calles, ornamentando con pinturas y esculturas, porque no se puede promocionar una estancia, emporios, y lugares que te puedan llevar al pasado pero inmerso en la actualidad. Porquè, dejamos pasar el tiempo y permitimos que las inmoviliares solo construyan plazas sin cultura. Como recuperamos estos espacios... Señores autoridades, hagamos planes de cultura en las calles asi como se menciona en tan interesante articulo. Gracias Luis Santander
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